Una Historia

Sin llorar.

No recuerdo la última vez que lloré.
Se me suelen caer las lágrimas cuando bostezo, pero eso no es llorar.
También me emociona una peli, una serie, una publicidad de chicles donde el pibe dibuja en el envoltorio cada momento importante de la historia con su pareja. Se me llenan los ojos de lágrimas pero no lloro.
A veces siento el pecho estrujado y un nudo en la garganta con un abrazo apretado, cuando le digo a alguien cuánto lo quiero o cuánto lo extrañé. Y aunque casi casi, no lloro.
Con el fútbol me emociono, también la rabia me genera lloriqueos de impotencia.
Las lágrimas suelen aparecer por muchos motivos en mis ojos, pero casi nunca lloro.

Porque cuando lo hago dejo de pensar, dejo de razonar todo. Solo me dispongo a llorar y a esperar que la angustia vacíe mi pecho y se vaya sola.
Es la sensación de un globo que se sigue llenando de aire e inflándose mientras se estira y estira y estira sin pausa durante mucho tiempo hasta que va a reventar porque ya no aguanta todo el aire que le hace presión sin parar y en un momento preciso de manera inesperada,
el nudo
se desata solo
y el globo
se desinfla
así, naturalmente, sin estruendos ni sustos, solo deja salir el aire sin romperse.
Solo vuelve a ser el globo del principio, listo para volver a ser inflado.
¡Qué alivio llorar! Por lo que sea. ¡Qué alivio!
Sin embargo, ahora pienso cuánta angustia debo tener acumulada, cuánta presión y cómo debe estar de inflado el globo,
que ya no recuerdo la última vez que lloré.

@nicomega - 07/05/2020

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